miércoles, 29 de septiembre de 2010

Sobre Al borde del Tapiz, por Esther Andradi

Subo el bello texto que con gran generosidad escribió en el año 2001 Esther Andradi para presentar mi primer libro, “Al borde del tapiz”. Épocas de “Un gallo para Esculapio” y de Editorial Simurg, anteriores a la caída. Yo estaba muy deprimida y trabajaba nueve horas en un estudio jurídico de inclinaciones menemistas. La luz de abajo no es un OVNI, sino un flash.


Sobre Al borde del Tapiz, por Esther Andradi

Mi abuelo el árabe, solía contarme de los rituales de iniciación en la palabra. Los pueblos berebers de la meseta de Alsaharaui, me decía, se sientan en semicírculo alrededor del fuego, murmuran las palabras elegidas hasta que el sonido se transforma en canto y cuando el canto surca el aire es escritura. En aquél tiempo yo no entendía el qué de estos relatos y aunque a esta altura dudo que en verdad hayan existido tales rituales, creo leer su sentido. Las vibraciones de la palabra harían las veces de raíz, el vínculo que une a estos pueblos nómades, sin asentamiento alguno ni menor deseo de sedentarismo. Margarite Duras, más contemporánea y menos mítica, habla de algo similar cuando define como “la vida flotante” esos textos que a mí tanto me gustan reunidos en su libro “La vida material”. Insisto en el principio de flotar y de la palabra tejida en el aire por el tipo de escritura que nos convoca esta noche aquí, me refiero a los veintiún relatos de “Al borde del tapiz” el primer libro de Mariana Docampo.

Yo no conocía a esta autora cuando Franco Vaccarini me pasó un ejemplar de su libro recién salido de la imprenta. La solapa aseguraba que había nacido en 1973 y que cursó estudios de Letras en la Universidad de Buenos Aires. Confieso que su lectura me atrapó desde el primer momento. Comencé leyendo los cuatro o cinco textos cortos y me quedé con ganas de más después de leer los relatos más largos. Personajes del cotidiano inmersos en el devenir chiquitito se enlazan con humor y profunda piedad con el destino universal que se les reserva más o menos por igual. El duende de la escritura les ofrece un desenlace particular. Así lo entiende Mariana, que teje sus historias al borde del tapiz, porque, cito textualmente, “las zonas más bellas del recuerdo están en los bordes” y “prefiero deslizarme por el borde como un equilibrista”. El punto de contacto que la escritora utiliza para trabajar sus personajes va más allá de la piel. Es el aliento. La ciencia, que todo lo mide, asegura que el pulmón humano, si se le suman todos los recovecos de sus alvéolos, alcanza una superficie interna de unos setenta metros cuadrados, mientras que el área de la piel no tiene más de un metro y medio, a lo sumo dos metros. Lo único que intento dejar claro con esto es que el aire nos involucra y compromete aún más que la piel y la carne, porque sin aire ni eso somos. Aire digo y es el temporal que ciega al amante, la niebla de una ruta imprecisa, el movimiento frenético de la danza, el viento que arrasa, el ciclón de un circo que se lleva a la hija y a la madre, el aire de “un beso al aire”, una brecha imaginaria abre el aire, y aire también es el remolino oscuro de la muerte, o el oleaje de luz donde todos se diluyen. La escritura entonces, en el aire, trama los hilos que el viento tira, teje al mundo con la textura de un tapiz, habla del desafío del pájaro por dejar su huella.

Habrá seguramente muchas maneras de leer los relatos de Mariana Docampo. A mí me llama la atención que los personajes estén impregnados de naturaleza, una suerte de paganismo urbano, donde las gentes son naturaleza. No se trata por cierto de una voluntad ecológica ni de una premisa que remite a la bucólica vida campesina. Es que son así porque no hay remedio, la condición humana aquí es naturaleza por excelencia, es hoja que el viento arrastra, se escurre con lluvia, una fuerza se hace cargo de ella, la devuelve al origen.

Los personajes femeninos, alterados, o buscando trabajo, o escribiendo, en la ruta, o tejiendo el tapiz para encontrar un mapa que oriente los extravíos después de la muerte, tías, amigas, novias, desenvueltas cuidadosamente desde dentro, poco propensas al destino tragicómico, modestamente libres, cada una con respuestas diferentes sobre la condición humana, tan poco clara y sin embargo tan decisiva. No hay mayor enfermedad que la vida ni mejor historia que la de la infancia perdida, donde todo cierra, y en cualquier lugar nos está esperando, latente o expuesta al irremediable destino de fundirse con la luz. Con la nada. “Después del viento” es la respuesta? O “De repente un circo”? Pero entretanto que sea la fiesta.

Así leo estos veintiún relatos, número que lleva implícito el arquetipo del Mundo en lo arcano. Saludo el nacimiento de “Al borde del tapiz”, que, como en los rituales soñados de los bereberes se hace canto en el aire y da la bienvenida a su autora a este mundo de palabras. Las únicas raíces que nos llevan y nos traen: Mariana Docampo, MUCHAS GRACIAS.

Esther Andradi
Mayo 2001

jueves, 23 de septiembre de 2010

Sobre Dios y la divinidad


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"El cielo está un millar de leguas por encima de la Tierra; así el Ser divino está por encima de Dios. Dios Evoluciona y cambia de forma."
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Maestro Eckart, mística renana

lunes, 20 de septiembre de 2010

Cardenal de Bérulle (Siglo XVII)


Texto del Cardenal de Bérulle (Siglo XVII) recogido por Marguerite Yourcenar en “La voz de las cosas”:

“¿Qué es el hombre?... Un ángel, un animal, un vacío, un mundo, una nada rodeada de Dios, indigente de Dios, capaz de Dios, llena de Dios...”

El texto termina así: “si lo desea” ... pero lo corté antes, porque sólo hasta ahí me parece poesía. El resto es doctrina.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Cocina Ecléctica de Juana Manuela Gorriti

La Editorial Buena Vista, sello independiente de la Ciudad de Córdoba dedicado a sacar del olvido títulos y autores que por lo general no frecuentan las vías comerciales, acaba de reeditar "Cocina Ecléctica", de Juana Manuela Gorriti, libro bastante difícil de conseguir en este momento. A partir de fin de septiembre se podrá encontrar en Librería Fedro (Carlos Calvo 578) o ahora escribiendo a la editorial (www.editorialbuenavista.com.ar). Recomiendo el libro para quienes aún no lo leyeron, porque además de ser un muestrario de usos y costumbres culinarias del siglo XIX es el producto inspirado de esta admirable escritora argentina. El prólogo a esta edición estuvo a mi cargo.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Sobre el Tratado de la Pintura de Leonardo Da Vinci







Por Mariana Docampo
Publicado en Ventizca, Septiembre 2009



“Una figura airada - dice Da Vinci- tendrá asida por los cabellos a otra, cuyo rostro estará contra la tierra, una rodilla sobre el costado del caído, y levantando en alto el brazo derecho con el puño cerrado”. La cita es del Tratado de la pintura, un libro que habla de la luz y del movimiento. En los textos que componen el tratado la mirada está fija en el momento inmediatamente anterior a cuando las pasiones se desatan. Y entonces quien contempla lo hace con serenidad, recibe los indicios materiales de lo que vendrá. Formas que anticipan la tormenta, ¿o es la detención del ojo sobre la tormenta ya desatada, su corte, la que analiza su forma? Da Vinci antepone la reflexión a la emoción, para esclarecerla, y así la herida sana cuando se abre y se adelanta el pensamiento como una lámpara, vierte el remedio, lleva lo humano a un sitio desapasionado. Porque quien mira lo hace sin intervenir, no entra en el cuerpo observado y lo hiere o manipula sino que precisa la mirada, la vuelve exhaustiva, como si buscara una clave de la emoción en su manifestación material. ¿Qué revela de la tristeza la visión del llanto? Leonardo dice: “la risa y el llanto se asemejan mucho en la configuración de la boca y mejillas, como también en lo cerrado de los ojos, y sólo se diferencian en las cejas y su intervalo”. Contiene el tratado las palabras anteriores a la forma y a los volúmenes que luego habitarán los cuadros, y dan una chance al poeta para observar el mundo interceptada la emoción, ubicada en una zona neutra que permite operar con libertad. Este movimiento hace que el artista no se aventure en el dolor, lo que lo haría sucumbir y perder la perspectiva necesaria para quien estudia el organismo de lo vivo. El tratado da una clave al poeta para la observación de lo que existe. ¿Cómo se debe pintar el viento? Dice: “Cuando se representan los soplos del viento, además del abatimiento de las ramas y el movimiento de las hojas hacia la parte del aire, se deben figurar también los remolinos del polvo sutil mezclado con el viento tempestuoso”. Y las preguntas: ¿Hay algo más allá de la forma? ¿Qué revelan la luz y el movimiento? ¿Es posible ubicar la herida lejos, para su análisis? ¿Es posible la mirada exacta? ¿Salva? “Cuando se ofrezca dibujar un desnudo, se hará siempre entero, y luego se concluirán los miembros y partes que mejor parezcan, y se irán acordando con el todo; pues de otra manera se formará el hábito de no unir bien entre sí todas las partes de un cuerpo”.